El año 2022 ha sido frenético. Han ocurrido una serie de acontecimientos que se iniciaron principalmente con la invasión de Ucrania a finales de febrero. Este ataque a un país libre por parte de un agresor extranjero, en este caso Rusia, ha conllevado graves consecuencias de diversos tipos.
Por un lado, se ha producido un incremento notable del precio de las materias primas, lo que ha aumentado la inflación de todos los países de nuestro entorno político. Como consecuencia y con la idea de contener la inflación, La Reserva Federal Americana, el Banco Central Europeo y el Banco Central de Inglaterra han elevado sustancialmente los tipos de interés del dinero. Esto ha llevado a una consecuencia realmente dolorosa para muchas de las familias de nuestro país, pues se ha producido una subida del euríbor de una forma verdaderamente agresiva: hemos pasado de un euríbor casi 0 en febrero a cerrar el año en un euríbor en torno al 2,9.
Por no hablar del problema humanitario tan duro consecuencia de la guerra de Ucrania o de todos aquellos esfuerzos internacionales que se han hecho para ayudar a los desplazados por la guerra, así como la entrega de millones de dosis de vacunas contra el Covid-19 a los países más necesitados del mundo.
Ante esta situación en la que estamos finalizando el año 2022 no nos queda más remedio que afrontar el año venidero conociendo la posición desde la que partimos y diseñando las oportunidades que prevemos ocurran en el año 2023.
Desde un punto legislativo, nuestro país se encuentra ante un año trascendente: tenemos elecciones en todos los ayuntamientos del territorio nacional, en la gran mayoría de las CCAA, y al final del año elecciones generales en nuestro país. En cuanto a mi materia respecta, desde el punto de vista inmobiliario, urbanístico y social, se tendrá que discutir si se aprueba o no la ya famosa Ley de Vivienda. También tendremos que ver si se aprueba el Proyecto de Ley de digitalización del sistema notarial y del sistema registral. Todo ello al margen de la reforma de los delitos de sedición o de malversación de caudales públicos, la cual no podía quedar en el olvido en estos convulsos días.
Volviendo a la perspectiva económica mundial, se anuncia por parte de las principales instituciones financieras del mundo una próxima recesión global. Personalmente discrepo y creo que lo peor ha pasado ya -y así lo he defendido en todas mis tribunas previas-, parece que pueda acabar la guerra de Ucrania en un periodo corto de tiempo, volver a bajar los tipos de interés del dinero para incentivar el consumo y evidentemente, consecuencia de lo anterior, el euríbor podrá volver a los niveles desde los que partía a inicio del año; quizás no a un euríbor negativo, pero seguro lo hará a un euríbor del 0,5 o en torno al 1.
Otro de los elementos a tener en cuenta en 2023 y siguientes serán los cambios en las relaciones de poder. Estamos pasando de un poder jerarquizado a un poder circular donde el jefe ya no va a ser lo que era y tendrá mucho más en cuenta los valores de los trabajadores. Necesitamos para implementar esta última herramienta un fuerte apoyo de la sociedad a la inteligencia emocional.
Las redes sociales serán otro de los elementos a ponderar y estudiar a lo largo de los próximos años, no cabe duda de que puede haber -como siempre hemos encontrado- fluctuaciones de “menos Google” y “más Instagram o más TikTok”, y, probablemente, el metaverso se va a centrar más en trabajos profesionales; seguro tendremos novedades. En este sentido, surgirá una nueva ola de startups que cambiarán las reglas del juego, pues no debemos olvidar que muchas de las grandes empresas nacieron en períodos difíciles: como fue Walt Disney en la crisis del 29 o ha sido Airbnb o Uber en la crisis financiera del 2008. Afortunadamente nuestro país se ha preparado para este reto y recientemente ha aprobado una ley que favorece la creación de estas empresas emergentes.
Como adelantaba, considero que para que se puedan implementar todas estas reformas y avances es muy importante que incidamos más cada día en la inteligencia emocional, en la salud mental, en apoyar las políticas sanitarias de los gobiernos de la nación y de las comunidades autónomas, y en una correcta especialización de los profesionales en materia sanitaria. La Organización Mundial de la Salud calcula que una de cada cuatro personas tendrá un problema de salud mental y en 2030 las enfermedades mentales serán la primera causa de discapacidad, durante la pandemia del Covid-19 solo la depresión y la ansiedad aumentaron más de un 25% en el primer año.
Para concluir mi tribuna de este mes quiero hacer un reconocido homenaje a Xavier Gil Pecharromán que nos comunicó la semana pasada que a finales de año dejaría sus funciones periodísticas-jurídicas en elEconomista.es.
Creo a ciencia cierta que es una de las personas más preparadas técnicamente que he conocido, sabe expresar en sus artículos con gran claridad y precisión todo lo que va ocurriendo en el mundo socio-jurídico en que nos movemos. Ha sido maestro de muchos de los actuales periodistas del ámbito jurídico de nuestro país, como Lucía Sicre, Teresa Blanco, Pedro del Rosal -quien dirige con maestría la sección jurídica de El Confidencial-, Patricia del Águila -excelente redactora-, y, el último que he tenido el honor de conocer, Nacho Faes -actualmente dirigiendo la sección jurídica del periódico Expansión-, por señalar a alguno de ellos… Y, por supuesto, por no hablar de los colaboradores que ha incorporado a lo largo de estos años: Magistrados del Tribunal Supremo, Magistrados de las Audiencias Provinciales, juez decano, directores generales, notarios y registradores, abogados y procuradores, así como los gestores administrativos. Por último, mencionar que es autor de varios libros de gran tirada en relación con despachos jurídicos, colegio de gestores y múltiples colaboraciones en distintos sectores de la vida de nuestro país.
Quiero desearte lo mejor en tu nueva etapa sea cual sea y significar que tus amigos estaremos donde siempre hemos estado, a tu lado.
Artículo publicado en la revista de «Buen Gobierno | Iuris&lex y RSC» de El Economista:
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