El término Leviatán tiene varios significados y usos a lo largo de la historia y en diferentes contextos, incluyendo la religión, la filosofía política y la literatura. En cuanto a la religión, la Biblia menciona al Leviatán varias veces, principalmente en el libro de Job, los salmos y el libro de Isaías. Se describe como una gran criatura marina o un monstruo del mar que simboliza el caos y el mal.

En algunas interpretaciones judías y cristianas, el Leviatán es también una criatura real, mientras que en otras es visto más simbólicamente.
Desde un punto de vista de la filosofía política, El Leviatán es también el título de una obra escrita por Thomas Hobbes en 1651.

En este libro, Hobbes describe su teoría del Estado de naturaleza y el contrato social, argumentando que los seres humanos son naturalmente egoístas y propensos al conflicto. Para evitar esto, propone la creación de un estado poderoso, representado por un Leviatán, una autoridad soberana que posee el poder absoluto para mantener la paz y el orden.

Este Leviatán serviría como una metáfora del Estado o gobierno ideal que tendría un poder incontestable para proteger a los ciudadanos de sí mismos y de los demás, asegurando la paz y el orden social.

En este sentido, mi compañero de carrera Fernando Oliván, profesor de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, acaba de publicar un libro muy recomendable titulado Leviatán al desnudo: una genealogía del Estado moderno.

Por último, en la literatura y la cultura popular, se conceptualiza al Leviatán como una película de juegos y otras formas de entretenimiento, a menudo representando un poderoso enemigo o una fuerza de la naturaleza.

Es evidente que nos encontramos en un momento histórico sociológico donde se cuestiona cuál es el papel del Estado con relación a los ciudadanos. Donald Trump, reciente vencedor del supermartes en los Estados Unidos de América, representa una política donde se plasma con claridad la quiebra del Estado, la preponderancia de un líder con unas cualidades incuestionables para la política y las finanzas, y con una más que cuestionable posición en cuanto a las relaciones internacionales de los Estados Unidos, así como su posición de estado autocrático.

Otro supuesto paradigmático de lucha contra ese estado todopoderoso y con algunos caracteres del Leviatán de Hobbes, es el presidente de Argentina, Javier Miley, donde, con una crítica desmesurada al papel del Estado dentro de la economía, intenta imponer las teorías anarcocapitalistas que se pueden resumir en una inviolabilidad de la propiedad privada, un equilibrio fiscal innegociable, reducción del gasto público a niveles históricos, una reforma tributaria que reduzca la presión impositiva que simplifique la vida de los argentinos y promueva el comercio, una reforma laboral moderna que promueva el trabajo formal y una reforma política estructural que modifique el sistema actual y vuelva a alinear los intereses de los representantes y los representados en el campo político.

Esta introducción del paradigma del Estado del bienestar de Keynes, transformado hoy día en un estado más parecido al Leviatán de Hobbes, nos hace plantearnos cuál es la política sociológica reflejada en el sector inmobiliario, y en concreto en el fenómeno de la vivienda en nuestro país.

En este sentido, es evidente que existe una bipolaridad entre la política que de alguna manera está llevando el Gobierno de la nación, intentando intervenir a través de una ley de vivienda que no tiene competencias, y recientemente con un índice de los precios del alquiler.

Creo que hubiese resultado bastante más operativo un pacto a nivel nacional transversal con todos los agentes sociopolíticos que forman parte de la estructura social del Estado español: promotores, empresarios, sindicatos, colegios profesionales de arquitectos, de registradores, de notarios, de abogados, e intentar fijar unas bases que puedan desarrollar el ámbito urbanístico y de la vivienda para los próximos 20 o 30 años.

Estamos viviendo un momento realmente peligroso, hacia finales de 2030 habrán transcurrido entre 50 y 70 años desde la finalización de las múltiples viviendas que se edificaron en España en los años 60 y 70, y resulta imprescindible que tengamos que acometer una política seria de rehabilitación de regeneración y de renovación urbana del parque de viviendas de nuestro país.

Es por ello que resulta imprescindible un acuerdo para encajar el desarrollo urbanístico español en las directrices que está marcando la Unión Europea.

A modo de conclusión, creo que debemos, entre todos, intentar un pacto nacional por la vivienda asequible para todos los ciudadanos de nuestro país.
Creo que tenemos que dejar de lado la idea de un estado Leviatán, de un estado inspirado por líderes populistas que puedan llevar a Europa o al mundo a una situación imprevisible, e intentar encontrar un camino propio que permita el reequilibrio entre comunidades autónomas y permita el acceso a los ciudadanos del Estado español a una vivienda asequible y digna.

No caigamos en un estado súper poderoso e intervencionista, ni tampoco en un estado liderado por líderes populistas que no nos permitan ese acuerdo social, ese pacto nacional por la vivienda asequible y digna para todos los ciudadanos del Estado español.

Artículo publicado en la revista de «Buen Gobierno | Iuris&lex y RSC» de El Economista:
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