Recientemente, a finales de mayo, se celebró en la ciudad de Cluj, Rumania, la conferencia de las ciudades europeas del 2024, donde se fijaron una serie de líneas estratégicas para el futuro de nuestras ciudades.

Se hizo especial énfasis en una serie de recomendaciones sobre la democracia, el respeto a los derechos humanos, y se trasladaron a los organismos de la Unión Europea directrices para los próximos cinco años, para que sean tenidas en cuenta por los distintos organismos europeos.

Los ganadores de los principales premios de esta conferencia fueron Madrid, Gdansk y Pau. Presentaron una serie de iniciativas de especial importancia y trascendencia para el desarrollo de las ciudades, haciendo hincapié en el respeto a la convivencia entre los ciudadanos que habitan estas urbes.

El premio que recibió la ciudad de Madrid fue otorgado al Centro de Innovación en Economía Circular, por su innovadora aproximación a la economía circular y la sostenibilidad económica y medioambiental del tejido económico de la capital, imponiéndose a las candidaturas de Marsella y Oporto, que competían en la misma categoría.

El alcalde de Leipzig hizo una especial advertencia sobre el auge del populismo, generando cada vez un mayor desencanto entre la población que habita en estas grandes ciudades. Advirtió del peligro sociológico que podría darse si este desencuentro entre las necesidades de los ciudadanos y los servicios que las distintas ciudades aportan se convirtiese en una brecha cada vez mayor. Las ciudades mantienen la democracia e incluso cruzan fronteras; la democracia y sus servicios para los residentes son una de las diez prioridades para los líderes locales de las ciudades europeas.

La conferencia de Eurocities 2024 hizo especial énfasis en fortalecer la democracia, la igualdad y la libertad. No cabe duda de que la ciudad tiene su máxima representación política a través de los ayuntamientos.

El valor que aportan nuestros ayuntamientos no se basa en desplegar un catálogo de servicios, sino en el interés de atender las necesidades de la ciudadanía y abordar todas aquellas competencias mal llamadas «impropias», que son las que más valoran los ciudadanos. Esto se puso de manifiesto en la reunión de Eurocities 2024.A diferencia de la Administración General del Estado y de la mayoría de las comunidades autónomas, los ayuntamientos tienen que tener una política de desarrollo coherente para cohesionar el tejido social del país.

Esto pasa por tomar una serie de medidas en el orden social, económico y, sobre todo, logístico y de transporte. Uno de los puntos más importantes en los que se debería focalizar el conjunto de ciudades europeas, especialmente las capitales de los países y las ciudades más importantes, es generar una estructura de transporte terrestre ágil, sólida, eficaz y efectiva. Esto generaría una fuente de riqueza por la permeabilidad y la transversalidad, permitiendo generar trabajo en cualquier punto geográfico de los distintos estados de Europa.Se debe producir igualmente un importante relevo intergeneracional en la gran mayoría de las ciudades de nuestro país y del continente.

Después del baby boom de los años 50 y 60, en los próximos años se jubilará entre el 50 y el 60% de los trabajadores que forman parte de las ciudades más importantes de nuestro continente. Hay que planificar ante este fenómeno, cuyas consecuencias ya se empiezan a notar. Aquellas entidades locales que no mantengan y no prevean un plan sensato se enfrentarán a sustituciones o cambios de un funcionario por otro, llevando a una administración local obsoleta a nivel europeo.

Es necesario incentivar la movilidad entre el personal de los funcionarios públicos, y fomentar el trabajo y los objetivos para que se cumplan por dichos funcionarios. Para todo esto, es evidente que entramos en un proceso muy importante con la llamada administración digital. Todos leemos en los medios de comunicación las consecuencias que puede producir la inteligencia artificial.

Por un lado, puede mejorar mucho la eficacia en la consecución de los fines previstos por los distintos equipos de trabajo, pero a su vez, si llevamos esta inteligencia artificial a un extremo, puede resentirse el lado humano del trabajo.

Quiero concluir esta tribuna manifestando una gran preocupación por el futuro de nuestras ciudades, que se están convirtiendo en megaciudades de seis a diez millones de habitantes. Realmente se vuelven ingobernables, donde la brecha social, salarial y habitacional cada día es más fuerte.

Creo que es el momento de tomar medidas, para que los representantes que han salido elegidos en las últimas elecciones europeas del 9 de junio tomen las decisiones necesarias para construir una Europa de las ciudades, potente, intercomunicada y, sobre todo, con un espíritu de ayuda y apoyo social a los sectores de la población más desfavorecidos, que por distintos motivos no han podido alcanzar los estándares de vida exigidos por la Unión Europea.

Artículo publicado en la revista de «Buen Gobierno | Iuris&lex y RSC» de El Economista:
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