
El Proyecto de Real Decreto que regula el Plan Estatal de Vivienda 2026-2030 marca un punto de inflexión en la política habitacional española. Por primera vez, un plan estatal se dicta al amparo de una ley de vivienda –la Ley 12/2023– y lo hace con la pretensión explícita de consolidar la vivienda como el quinto pilar del Estado del Bienestar, junto a la sanidad, la educación, las pensiones y la dependencia.
El diagnóstico que lo inspira es contundente: un déficit estructural superior a 400.000 viviendas, una oferta de alquiler social que apenas alcanza el 3,4% frente al 8% europeo, precios que absorben más del 35% de la renta de los hogares y una emancipación juvenil retrasada hasta los 30 años. La consecuencia es una fractura social y territorial creciente, que convierte la vivienda en un cuello de botella económico y en una fuente de desigualdad.
De los planes coyunturales a una estrategia estructural
Los planes estatales de vivienda anteriores, de carácter cuatrienal y con fuerte sesgo hacia la propiedad, han demostrado limitaciones. El estallido de la burbuja inmobiliaria obligó a virar hacia el alquiler y la rehabilitación, pero con resultados modestos.
El nuevo plan aprende de esa experiencia y corrige dos fallos históricos: la descalificación de viviendas protegidas –que ha erosionado el parque público hasta cifras residuales– y la paralización de la promoción tras 2008.
El texto blinda ahora la calificación indefinida de la vivienda protegida, evita su privatización y vincula la financiación estatal a ese compromiso. Asimismo, plantea un calendario de cinco años, en lugar de cuatro, para ganar estabilidad y alinearse con la Agenda 2030 y el Plan Nacional de Energía y Clima.
Tres ejes de actuación
El Plan se articula en torno a tres grandes líneas de intervención:
1. Incremento de la oferta pública y protegida: al menos el 40% de los recursos se destinará a ampliar el parque de vivienda pública en alquiler durante un mínimo de 50 años, impulsar la vivienda protegida con calificación permanente sobre suelo privado y financiar modalidades innovadoras como coliving, cohousing o viviendas intergeneracionales. Se incentiva además la construcción industrializada, en coordinación con el PERTE de Vivienda Industrializada, para abaratar costes y reducir plazos.
2. Rehabilitación y regeneración urbana y rural: un 30% de los fondos apoyará la rehabilitación integral de edificios y viviendas, con especial atención a la eficiencia energética, la accesibilidad y la habitabilidad. Se incluyen ayudas específicas para áreas rurales con menos de 10.000 habitantes y para edificios patrimoniales, vinculando la política de vivienda al reto demográfico y a la conservación del patrimonio.
3. Acceso y emancipación: el resto de la financiación se dirigirá a reducir la tasa de esfuerzo de hogares vulnerables, apoyar a jóvenes mediante ayudas al alquiler y a la compra en pequeños municipios, y garantizar soluciones inmediatas para víctimas de violencia de género, desahucios o sinhogarismo.
Financiación y gobernanza
El Plan movilizará 6.666 millones de euros: 4.000 millones aportados por el Estado y 2.666 millones por las comunidades autónomas, que deberán cofinanciar el 40% a partir de 2027.
Se establece un sistema de información único y obligatorio, con capacidad de suspender transferencias si no se cumplen los compromisos de transparencia y ejecución.
La gobernanza se refuerza con convenios bilaterales, indicadores trimestrales de seguimiento y la posibilidad de reasignar fondos en caso de ineficiencia. Se trata de un cambio cultural: del reparto discrecional a una corresponsabilidad con datos comparables y control preventivo.
Implicaciones económicas y sociales
El Plan 2026-2030 no es solo una política social, sino también un vector económico. La rehabilitación edificatoria, la construcción industrializada y la ampliación del parque público impulsan el sector de la construcción, generan empleo cualificado y aportan estabilidad a la industria. Al mismo tiempo, la regulación de zonas tensionadas y de los pisos turísticos busca reequilibrar la oferta frente a la presión especulativa.
Queda abierta, sin embargo, la cuestión de su ejecución real. La experiencia del Tribunal de Cuentas advierte de la baja absorción presupuestaria en planes anteriores. La clave estará en la agilidad administrativa, en la cooperación leal entre niveles de gobierno y en la capacidad de atraer inversión privada bajo fórmulas público-privadas sin desnaturalizar la función social de la vivienda.
Conclusión
El Proyecto de Real Decreto que regula el Plan Estatal de Vivienda 2026-2030 responde al mandato del artículo 47 de la Constitución y al desafío histórico de la vivienda en España.
Reconoce el derecho a la vivienda como condición de ciudadanía plena y plantea instrumentos ambiciosos para hacerlo efectivo: blindaje del parque protegido, promoción estable, rehabilitación masiva y ayudas selectivas. Si la cofinanciación autonómica, la transparencia y la ejecución acompañan, este Plan puede ser recordado como el que transformó la vivienda en un pilar estructural del bienestar. Si fracasa, en cambio, la vivienda seguirá siendo la gran asignatura pendiente de nuestra democracia
Artículo publicado en la revista de «Buen Gobierno | Iuris&lex y RSC» de El Economista:
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