En el verano de 1977, tuve la suerte de poder viajar a Israel junto con mi hermano y dos amigos para trabajar en el kibutz de Givat Oz. Este kibutz se ubicaba entre la ciudad de Jerusalén y Nazaret y se dedicaba principalmente a labores agrícolas. Sin embargo, en muchas ocasiones, nos desplazábamos a un kibutz cercano para cargar contenedores con madera cuyo destino final eran los Estados Unidos de América.

En el kibutz se practicaba una vida comunitaria en la que la propiedad era colectiva. No existía la propiedad privada, las casas, tierras y herramientas pertenecían a la comunidad en su conjunto. La comida se servía en comedores comunes y muchas de las necesidades diarias se proveían de manera colectiva. No se utilizaba el dinero como unidad de cambio, sino “vales” que se canjeaban en el economato del propio kibutz.

Durante mi estancia en el verano de 1977, hicimos varias excursiones a lugares como Massada, el Mar Muerto y el lago Tiberiades. Resultaba impactante que siempre viajábamos acompañados por dos personas armadas para prevenir posibles incidentes durante los trayectos. La vida en Israel estaba completamente militarizada; esta es la primera conclusión que personalmente tuve ocasión de comprobar en un posterior viaje familiar en el año 2010.

Traigo a colación mis estancias en Israel para reflexionar sobre el actual conflicto existente entre Hamas y el Estado de Israel. Estas situaciones extremas que he tenido la ocasión de vivir en aquellas visitas me han llevado a meditar sobre la situación que se está viviendo en el momento actual en la zona.

La historia de la región nos muestra que los conflictos actuales tienen raíces profundas que se remontan a la guerra de la independencia de Israel: el atentado perpetrado contra el cuartel general de la administración británica situada en el hotel King David de Jerusalén, hizo que Gran Bretaña anunciara su retirada en mayo de 1948. Previamente Naciones Unidas había declarado la partición de Palestina con la creación de dos estados: uno judío sobre el 55% del territorio y otro árabe sobre el 45% restante. 

Asimismo, cabe mencionar la subsiguiente guerra de los Seis Días en 1967, que resultó en la ocupación de Cisjordania, Jerusalén Este, la Franja de Gaza, la península del Sinaí y los Altos del Golán. La ocupación de estos 3 últimos territorios ha sido fuente inagotable de recurrentes escaladas de violencia.

Es interesante mencionar que España no reconoció al Estado de Israel hasta la década de los 80. En la zona de Jerusalén ocupada por los palestinos, se encontraba el antiguo consulado de España, que estuvo activo hasta el año 1967, cuando se establecieron relaciones diplomáticas con nuestro país.

Los sucesos posteriores, como la guerra del Yom Kipur, la invasión israelí del Líbano en 1982, las Intifadas palestinas de 1987 y 2000, la Conferencia de Paz de Madrid o los acuerdos de Oslo, han alimentado continuas situaciones violentas en la región. En 2005, un gobierno de coalición de Simón Peres y Ariel Sharon puso en marcha el Plan de Desconexión de la Franja de Gaza, por el que durante el verano de este año Israel desmanteló sus bases militares en el enclave de la costa.

La situación actual es extremadamente compleja y difícil de resolver. A partir de mi experiencia personal, puedo afirmar que el Estado de Israel no cederá ni un centímetro de terreno y probablemente tomará represalias por el reciente incidente del 7 de octubre, cuando las milicias palestinas ingresaron a los kibutz cercanos a la Franja de Gaza. Muchos israelíes sienten un fuerte apego a su nación y están dispuestos a defenderla. Mientras que el país mantiene sólidas relaciones con los Estados Unidos, los padres israelitas se sienten orgullosos de que sus hijos defiendan la nación judía.

En el año 2004, tuve la oportunidad de desayunar en el Club Siglo XXI con el Dalai Lama, quien afirmó de manera clara y rotunda la necesidad de una conferencia de paz en Jerusalén, en la que participen representantes de las tres grandes religiones afectadas por el conflicto. El Dalai Lama tiene toda la razón: una conferencia auspiciada probablemente por la Unión Europea, que involucre a todos los países afectados, es crucial para poner fin a esta contienda.

Registrador de la Propiedad y doctor en Derecho.

Artículo publicado en lahoradigital.com
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